Tras la muerte del Papa Francisco, la Iglesia Católica se prepara para iniciar el proceso de elección de su sucesor a través del cónclave. Este término proviene del latín «cum clave», que significa «con llave», en referencia al encierro de los cardenales electores, quienes deben deliberar sin influencias externas en la Capilla Sixtina. Esta tradición fue oficializada en el siglo XIII y se mantiene como uno de los procedimientos más reservados del Vaticano.
La organización del cónclave está a cargo del cardenal camarlengo, quien administra los bienes temporales de la Santa Sede y coordina la logística del proceso. El reglamento vigente fue definido por Juan Pablo II en la constitución apostólica «Universi Dominici Gregis». Allí se establecen medidas rigurosas de aislamiento para los cardenales, incluyendo la prohibición de comunicaciones externas y el control estricto del entorno físico para evitar espionaje o interferencias.
The conclave to elect a new pope starts in the Sistine Chapel around 15-20 days after the pope’s death. Reuters’ Vatican correspondent Joshua McElwee explains the entire process, from the funeral to electing a new leader https://t.co/ge1TTsDjH8 pic.twitter.com/icXSfM36We
— Reuters Asia (@ReutersAsia) April 21, 2025
Actualmente, el número de cardenales electores asciende a 138 (según datos de febrero de 2025). Europa concentra la mayoría con 54 representantes, seguida por Asia con 24, Sudamérica con 18, África también con 18, Norteamérica con 16, y Centroamérica y Oceanía con 4 cada uno. Durante su pontificado, Francisco descentralizó el colegio cardenalicio mediante diez consistorios en los que incorporó cardenales provenientes de las llamadas periferias geográficas y eclesiales, reforzando la diversidad regional en el proceso de elección.
El cónclave comienza oficialmente cuando el camarlengo pronuncia la fórmula «extra omnes», marcando el cierre de las puertas de la Capilla Sixtina. Luego, cada cardenal jura guardar absoluto secreto sobre el procedimiento. Se realizan hasta cuatro votaciones diarias, y el candidato necesita una mayoría de dos tercios para ser elegido. Las papeletas se queman tras cada escrutinio, y el humo resultante informa al mundo si hay o no un nuevo papa: negro si no hubo elección, blanco si hubo consenso.
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A lo largo de los siglos, el cónclave ha evolucionado, pero se han conservado muchos de sus rituales históricos. Aunque está permitido elegir a un candidato ausente o incluso a un sacerdote no obispo, en la práctica moderna, el elegido siempre ha sido un cardenal presente. Además, el lugar de alojamiento, la Casa Santa Marta, fue reformado por Juan Pablo II para ofrecer mejores condiciones durante los días de encierro.
El elegido debe aceptar la designación y escoger un nombre de pontificado. Una vez cumplido este paso, el protodiácono anuncia el famoso «habemus papam» desde el balcón central de la Basílica de San Pedro. Posteriormente, el nuevo Papa se presenta ante los fieles e imparte su primera bendición como líder de la Iglesia Católica.
Fuente: Infobae