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La victoria sobre el nazismo: un día, dos fechas conmemorativas

El 8 de mayo de 1945 Alemania firmó su rendición incondicional, poniendo fin a la guerra en Europa. Esta fecha es conmemorada de manera diferente en Occidente y en Rusia.

Un soldado flamea la bandera de la Unión Soviética en Berlín, el 30 de abril de 1945. Yevgeny Khaldei/Keystone/Hulton Archive/Getty Images)

La historia registró un punto de inflexión el 8 de mayo de 1945 cuando, casi seis años después del inicio del conflicto más devastador del siglo XX, la Alemania nazi firmó su rendición incondicional ante las potencias aliadas. Este acto histórico marcó el fin de la guerra en el continente europeo, tras una contienda que dejó decenas de millones de muertos y transformó para siempre el mapa geopolítico mundial. El momento llegó semanas después del suicidio de Adolf Hitler el 30 de abril, cuando las fuerzas soviéticas ya habían tomado Berlín y los ejércitos estadounidenses y británicos avanzaban por el norte y sur del territorio alemán.

La capitulación formal tuvo lugar en dos momentos distintos: primero el 7 de mayo en la ciudad francesa de Reims, donde representantes alemanes firmaron la rendición ante el general estadounidense Dwight Eisenhower; y posteriormente el 8 de mayo en Berlín, donde se realizó la ceremonia definitiva ante delegados de la Unión Soviética, Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Esta segunda firma, realizada en la devastada capital del Tercer Reich, selló oficialmente el fin de las hostilidades en Europa.

Una particularidad de esta conmemoración surge de las diferencias horarias entre Europa Occidental y Oriental. Cuando el documento de rendición se firmó a las 11:01 de la noche del 8 de mayo según el horario de Berlín, en Moscú ya había comenzado el 9 de mayo. Esta disparidad explica por qué Rusia, Belarús y otras naciones de Europa del Este celebran el Día de la Victoria un día después que los países occidentales, marcando una división simbólica que persiste hasta hoy.

Es importante señalar que este acontecimiento, aunque decisivo, no representó el final definitivo de la Segunda Guerra Mundial. Japón, aliado del Eje, continuó su resistencia en el Pacífico hasta el 2 de septiembre de 1945, cuando firmó su propia rendición tras los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Por esto, para Estados Unidos, si bien reconoce el 8 de mayo como el Día de la Victoria en Europa (V-E Day), otorga mayor relevancia al Día de la Victoria sobre Japón, que marca el fin absoluto del conflicto.

Para Rusia, el 9 de mayo representa mucho más que una efeméride histórica; constituye una pieza central de su identidad nacional contemporánea. La celebración alcanza su punto culminante con un imponente desfile militar en la Plaza Roja de Moscú, una tradición heredada de la era soviética. La magnitud de esta exhibición de poder militar suele ser considerable: en 2015, participaron 16.000 soldados, 200 vehículos blindados y 150 aeronaves, aunque en años recientes, como 2023 y 2024, los festejos han sido más modestos debido a la guerra en Ucrania.

Según James Nixey, director del Programa Rusia-Eurasia en Chatham House, El 9 de mayo está diseñado para alardear ante el público local, para intimidar a la oposición y para complacer al dictador de la época”. Esta observación resulta particularmente pertinente considerando cómo el presidente Vladimir Putin ha utilizado esta celebración para reforzar la narrativa de que la Unión Soviética fue el principal artífice de la victoria sobre la Alemania nazi, minimizando el aporte de los aliados occidentales.

La instrumentalización política de esta fecha ha sido analizada por expertos como Andrei Kolesnikov del Centro Carnegie de Moscú, quien señala que el régimen ruso pretende ser el sucesor directo de todas las victorias gloriosas de Rusia, la principal de las cuales es la derrota del nazismo en la Gran Guerra Patriótica de 1941-1945, y con ello se hace inmune a las críticas. Esta apropiación de la victoria histórica como escudo contra cuestionamientos contemporáneos ilustra la importancia que tiene esta fecha para la legitimación del poder actual en Rusia.

El contexto de la guerra en Ucrania ha añadido nuevas dimensiones a la conmemoración del 9 de mayo. Para el desfile de 2025, las miradas internacionales están puestas en cómo Putin utilizará esta plataforma simbólica en un momento de conflicto prolongado. Los precedentes recientes muestran cierta moderación: contrario a las expectativas occidentales, en 2022 no aprovechó la ocasión para hacer anuncios importantes sobre la invasión, y en años posteriores los desfiles han sido menos ostentosos que en el pasado debido a la escasez de personal y equipamiento militar.

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En contraste con la centralidad que tiene la fecha en Rusia, el 8 de mayo es conmemorado de manera más sobria en las naciones occidentales. Países como Reino Unido, Francia, Polonia y Bélgica, que sufrieron directamente la ocupación o los bombardeos nazis, mantienen ceremonias para honrar a sus caídos y celebrar su liberación. En Alemania, aunque oficialmente no se observa la fecha como festividad nacional, algunas ciudades como Berlín conmemoran el Día de la Liberación, una tradición que pervive desde los tiempos de la República Democrática Alemana, cuando esta celebración tenía carácter oficial en la zona de influencia soviética.

Esta dualidad en la conmemoración del fin de la guerra en Europa refleja no solo una diferencia horaria circunstancial, sino también las distintas narrativas históricas que han perdurado después de la Guerra Fría. Mientras para Occidente el 8 de mayo marca principalmente el fin de una tiranía y el comienzo de la reconstrucción democrática europea, para Rusia el 9 de mayo representa la validación del sacrificio soviético y un pilar fundamental de su identidad colectiva contemporánea, utilizado estratégicamente en su política interior y exterior.

Fuente: CNN