En julio de 1971, París fue testigo de la muerte de Jim Morrison, vocalista de The Doors, figura clave de la contracultura de los años 60 y 70.
El artista había llegado a la capital francesa buscando un respiro del caos legal y mediático que enfrentaba en Estados Unidos. Lejos del escenario, dedicó sus días a escribir poesía, recorrer bares y vivir una vida discreta que contrastaba con el ímpetu de su fama. Murió a los 27 años, sellando su ingreso al célebre “Club de los 27”.

Michael Ochs (Getty Images)
Junto a su pareja Pamela Courson, Morrison alquiló un departamento en el barrio Le Marais, un rincón bohemio donde intentó reinventarse como escritor. Había publicado ya tres libros de poemas y deseaba alejarse del ruido del rock para dedicarse de lleno a la literatura. Sin embargo, los problemas de salud y el consumo de drogas marcaron esta última etapa de su vida.
Su muerte, ocurrida la madrugada del 3 de julio, fue reportada como un paro cardíaco. No se practicó autopsia, y la versión oficial nunca se revisó con mayor profundidad. Morrison fue hallado sin vida en la bañera. La policía no encontró indicios de violencia, por lo que no se abrió una investigación. El hermetismo con que se manejó la noticia alimentó con el tiempo múltiples teorías.
Desde sobredosis hasta asesinatos o desapariciones fingidas, las versiones alternativas sobre su fallecimiento siguen generando debate. La ausencia de fotos del cuerpo y la decisión de mantener el ataúd cerrado durante el funeral contribuyeron al halo de misterio. Solo unos pocos estuvieron presentes en la ceremonia íntima del 7 de julio en el cementerio Père-Lachaise.
La tumba de Morrison, inicialmente sin inscripción, se transformó con los años en uno de los sitios más visitados del mundo.En la lápida aparece una frase en griego antiguo que significa “fiel a su propio espíritu”, una síntesis de su vida marcada por la autenticidad y la provocación.

Jim Morrison no solo fue el rostro de The Doors. Fue un lector apasionado, un artista que buscaba expandir los límites de la percepción, un provocador, y también un hombre fracturado.
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Su legado trasciende la música: dejó huella en el cine, la poesía y el imaginario de generaciones enteras.
A más de cinco décadas de su muerte, su figura sigue inspirando documentales, libros y canciones. El más reciente, Before The End: Searching for Jim Morrison, retoma incluso la hipótesis de una muerte fingida. Quizá porque, al igual que sus versos, Jim Morrison nunca se deja encerrar del todo.
Fuente: Infobae







