Imagen de referencia. Revista Plus
La instalación de un gasoducto en Paraguay fue anunciada por el presidente Santiago Peña como parte de la transición energética del país. El proyecto busca diversificar la matriz energética mediante el uso de gas natural, enmarcado dentro de la Política Energética al 2050. Sin embargo, especialistas cuestionan esta medida por considerarla contradictoria con la realidad energética nacional.
Paraguay produce casi el 100% de su energía eléctrica a partir de fuentes renovables, principalmente hidroeléctricas. A diferencia de otras naciones, no depende de combustibles fósiles para su generación eléctrica. En ese contexto, introducir gas natural representa un giro hacia una fuente contaminante y ajena a la infraestructura existente.
El gasoducto implicaría la importación de gas desde países como Argentina o Bolivia, además de la construcción de una red de distribución desde cero. Este tipo de infraestructura requiere inversiones millonarias y presenta riesgos ambientales por las inevitables fugas de metano, gas con alto potencial de calentamiento global.
La justificación del Ejecutivo se basa en la necesidad de abastecer a industrias ante un eventual déficit eléctrico. No obstante, expertos sostienen que la verdadera alternativa está en la electrificación de usos industriales, movilidad eléctrica, eficiencia energética y fuentes como la solar, más acordes al perfil renovable del país.
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El gas natural, lejos de ser una solución limpia, emite metano en su producción y transporte. Investigaciones internacionales revelan que este gas es hasta 80 veces más nocivo que el dióxido de carbono en el corto plazo. Las fugas en válvulas, soldaduras o estaciones de compresión lo convierten en una fuente altamente contaminante.
Además, Paraguay no cuenta con redes de gas ni regulaciones técnicas para su uso masivo. Implementar esta tecnología significaría una irrupción significativa en territorios, particularmente en el Chaco, donde se proyecta la instalación inicial.
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En contrapartida, los costos de la energía solar y otras renovables han caído en la última década. Paraguay posee el potencial para liderar una transición energética limpia basada en electricidad distribuida, almacenamiento energético y redes inteligentes, sin necesidad de nuevas dependencias fósiles.
Los críticos advierten que el gasoducto representa una inversión con fecha de vencimiento, incompatible con los compromisos climáticos del país y que compromete la posibilidad de construir una soberanía energética justa y moderna.
Fuente: Consenso
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