Foto: Gustavo Machado.
Entre baches, basura y raudales, los vecinos del barrio Terminal de Asunción viven con la esperanza quebrada. La cuenca de desagüe pluvial prometida por el intendente Óscar “Nenecho” Rodríguez, con parte de los G. 360.000 millones obtenidos mediante los bonos G8 en 2022, nunca se construyó. Hoy, las consecuencias se sienten con cada lluvia y se agravan con el paso del tiempo.
La calle Yuasy’y, uno de los puntos más críticos del barrio, sufre inundaciones frecuentes por el colapso de un viejo sumidero construido a inicios de los 2000. La presidenta de la comisión vecinal, Mariana Reyes, explica que la basura arrastrada por los raudales tapona el sistema, provocando el retroceso del agua hacia las viviendas. El deterioro es visible: vigas sueltas, agujeros peligrosos y calles imposibles de transitar.
La comunidad denunció que, pese a las gestiones ante la Municipalidad y la Junta Municipal, nunca recibieron respuestas concretas. Según Reyes, incluso el propio intendente les dijo que “no hay plata” porque la zona no genera ingresos suficientes, afirmación que generó indignación entre los vecinos. “Pagamos mucho más impuestos que en otros barrios que sí tienen obras”, reclamó.
A tan solo dos cuadras, en la ciudad de Lambaré, los impuestos anuales son considerablemente menores. Sin embargo, el barrio Terminal aporta más, sin recibir infraestructura básica. “Hay vecinos que pagan hasta G. 20 millones y seguimos en la misma situación”, agregó Reyes.
El dinero de los bonos G8 parece haber desaparecido. A finales de mayo, la cuenta en el Banco Basa destinada al fondo solo contaba con G. 123 millones. De las ocho cuencas prometidas, apenas se iniciaron cuatro, ninguna concluida. Algunas, como la del Abasto, están paralizadas por falta de pago. Otras, como la de Terminal, ni siquiera arrancaron.
El miércoles, la Junta Municipal rechazó la propuesta de eliminar del plan de inversión las obras no iniciadas, entre ellas Terminal, lo que deja en evidencia un manejo cuestionado de los fondos. La Contraloría General de la República ya había confirmado un desvío de G. 500.000 millones y propició la intervención de la administración de Rodríguez, encabezada por Carlos Pereira desde el 24 de junio.
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Además del abandono estructural, la inseguridad crece. Reyes relata que han sido los propios vecinos quienes colocaron luminarias, aunque muchas son robadas al poco tiempo. En el barrio hay una presencia creciente de personas en situación de calle, adictos y menores expuestos a situaciones de trata. “Las noches son de terror”, dice la dirigente.
La herida más profunda no es solo el asfalto roto o el agua que invade los hogares. Es la promesa vacía y la sensación de que los habitantes del barrio Terminal quedaron fuera del mapa de las prioridades municipales. Con el dinero evaporado y las obras ausentes, la comunidad solo pide lo básico: que el Estado cumpla lo que prometió.
Fuente: ABC Color
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