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¿A qué edad conviene dar a un niño su primer celular? Investigaciones recientes advierten que cuanto más temprano se accede a los teléfonos inteligentes, mayores son los riesgos para la salud mental. El uso precoz del celular se asocia con baja autoestima, dificultad emocional y un aumento de síntomas depresivos y ansiosos, especialmente en niñas de entre 11 y 14 años, una franja considerada crítica en el desarrollo neurológico.
Una de las principales alertas provino de un estudio global publicado en Journal of Human Development and Capabilities, basado en el análisis de casi dos millones de personas de 163 países. El informe, liderado por Tara Thiagarajan, reveló que el uso de celulares antes de los 13 años deteriora indicadores emocionales y sociales a largo plazo. La exposición a redes sociales, la fragmentación del sueño y la erosión de los vínculos familiares fueron algunas de las variables más asociadas a estos efectos.
El llamado es claro: limitar el acceso a celulares antes del final de la primaria. Para Thiagarajan, el principio de precaución debe aplicarse en estos casos tal como se aplica con el alcohol o el tabaco. La recomendación es postergar el primer smartphone al menos hasta los 14 años.
No obstante, algunos expertos han cuestionado el rigor metodológico del estudio. Investigadores como Pete Etchells (Reino Unido) y Chris Ferguson (EE.UU.) señalaron la falta de controles clínicos y el uso de encuestas autoinformadas. Aun así, coinciden en que el uso adictivo de redes es un problema real, más allá de cuántas horas se pasen frente a la pantalla.
Otro estudio respaldado por JAMA Pediatrics, que siguió a más de 4.000 adolescentes durante cuatro años, confirmó que el patrón adictivo al celular y las redes sociales puede disparar síntomas depresivos, autolesiones e impulsividad. Las niñas mostraron mayor conexión permanente y mayor vulnerabilidad a la validación externa, mientras que los varones tendieron a desconectarse más fácilmente.
El impacto no es solo emocional. Especialistas como la psiquiatra Geraldine Peronace compararon el efecto de las pantallas con el de una droga: una estimulación intensa del sistema de recompensa que puede consolidar conductas adictivas. “Nada apura la biología”, advirtió.
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Frente a este escenario, expertos en infancia y salud digital insisten en el rol clave de las familias. La supervisión activa, el diálogo y el establecimiento de límites claros resultan fundamentales. “El problema no es solo el tiempo de pantalla, sino qué se hace con ese tiempo y con quién se comparte”, señaló la médica Silvina Pedrouzo, de la Sociedad Argentina de Pediatría.
Desde distintas especialidades, se insiste en que la desconexión también es parte del desarrollo. Jugar, aburrirse, compartir actividades sin tecnología y tener experiencias reales sigue siendo la base de una niñez saludable. Por eso, más que entregar el primer celular sin condiciones, la ciencia sugiere acompañar, regular y, sobre todo, esperar.
Fuente: Infobae
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