Así se forma un tsunami y por qué es tan peligroso

El sismo de magnitud 8,8 que sacudió el este de la península de Kamchatka este 30 de julio volvió a poner en el foco un fenómeno temido y poco comprendido: el tsunami. Esta vez, la alarma se activó para varias zonas del Pacífico. Algunas costas ya experimentaron leves inundaciones. Otras, por el momento, siguen bajo vigilancia.

Aunque no son frecuentes, los tsunamis figuran entre los desastres naturales más destructivos del planeta. Su origen casi siempre está ligado a terremotos submarinos, generados por el choque o deslizamiento de placas tectónicas en las profundidades oceánicas. Ese brusco movimiento desplaza millones de litros de agua, desencadenando una serie de olas que pueden viajar por miles de kilómetros.

La particularidad de un tsunami es que sus olas no siempre se manifiestan de forma inmediata ni visible. Mientras avanzan por mar abierto, pueden parecer apenas una leve ondulación. Sin embargo, viajan a velocidades cercanas a los 800 km/h. A medida que se aproximan a la costa y la profundidad del océano disminuye, estas olas se elevan y se compactan, ganando altura y fuerza.

Según explicó Robert Weiss, experto en riesgos naturales de Virginia Tech, “el patrón de llegada puede ser muy complejo. No hay una forma ni un intervalo predecible; el mar puede golpear en oleadas, separadas por varios minutos, incluso horas”.

Los sismos con magnitud superior a 6,5 ya representan una amenaza real de tsunami. En este caso, el terremoto en Kamchatka igualó en fuerza al ocurrido en 2011 en Japón, que provocó la tragedia de Fukushima. El más destructivo del siglo, sin embargo, fue el de 2004 en Indonesia, donde un tsunami mató a más de 230.000 personas y arrasó comunidades enteras.

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Aunque la mayoría se genera en el océano Pacífico —especialmente en el “Anillo de Fuego”— también se han registrado tsunamis en el Atlántico, el Caribe y el Mediterráneo. Y aunque se asocian mayormente a terremotos, también pueden nacer por erupciones volcánicas, deslizamientos submarinos o, en raros casos, impactos de meteoritos.

Detectar un tsunami con antelación sigue siendo un reto. Si bien existen sistemas de observación en mar abierto que monitorean alteraciones del nivel del mar, no todos los países cuentan con tecnología ni legislación adecuada para emitir alertas rápidas y eficaces. La ONU advirtió en 2023 que la mitad del planeta carece de sistemas de alerta bien conectados con planes de respuesta.

Fuente: DW

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