Foto: Enea Lebrun (REUTERS)
La tensión entre Estados Unidos y Venezuela alcanzó un nuevo nivel tras el ataque contra una embarcación que partió desde costas venezolanas y que terminó con la muerte de sus 11 tripulantes. El hecho, atribuido a un misil lanzado por fuerzas estadounidenses en aguas internacionales del Caribe, fue presentado por la Casa Blanca como un paso firme en la lucha contra el narcotráfico.
El presidente Donald Trump dio relevancia al incidente, interpretado como un mensaje directo a Nicolás Maduro, a quien Washington acusa de liderar el llamado Cartel de los Soles. Aunque el mandatario venezolano evitó referirse al ataque en una reciente alocución, cerró su discurso con la canción “Tiburón”, de Rubén Blades, gesto leído como una respuesta simbólica a la presión norteamericana.
El despliegue militar estadounidense en la región no es menor: destructores, aviones de vigilancia, acorazados y hasta un submarino nuclear operan en posiciones estratégicas cerca de Venezuela. Expertos sostienen que la demostración de fuerza busca frenar las operaciones de narcotráfico y, al mismo tiempo, aislar aún más al gobierno chavista.
Maduro, por su parte, ordenó reforzar la frontera y llamó a la población a integrar milicias populares para enfrentar una eventual invasión. Aunque se reconoce que la capacidad militar venezolana es muy inferior, la estrategia oficial apunta a sostener una narrativa de resistencia ante una posible acción bélica.
El Departamento de Estado mantiene la acusación de que Maduro lidera una organización criminal de alcance internacional, aunque hasta el momento no ha presentado pruebas concluyentes. Aun así, el aislamiento político del gobierno venezolano se profundizó desde las últimas elecciones presidenciales, consideradas fraudulentas por buena parte de la comunidad internacional.
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La relación entre Washington y Caracas ha pasado por fases de acercamiento y tensión. En los primeros meses de Trump, su enviado Richard Grenell logró un intercambio de prisioneros y acuerdos energéticos que beneficiaron al chavismo, con la continuidad de Chevron en el país. No obstante, las presiones del senador Marco Rubio y sectores de línea dura en la política estadounidense llevaron a un viraje hacia sanciones y acciones militares.
Hoy, la administración Trump sostiene un discurso más agresivo, mientras Maduro alterna entre la retórica desafiante y los gestos de apertura a un diálogo. En medio de estas contradicciones, la reciente operación militar envía un mensaje inequívoco: la Casa Blanca está dispuesta a pasar de las advertencias a hechos concretos.
Fuente: El País
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