El presidente de Paraguay, Santiago Peña.
La segunda jornada de la Asamblea General de la ONU tuvo a Santiago Peña entre los oradores que marcaron agenda. El presidente paraguayo advirtió que “el mal” y “la ideologización” avanzan y situó su discurso en la defensa del orden democrático, con énfasis en libertades civiles, seguridad institucional y cooperación multilateral. En ese marco, expuso prioridades económicas y políticas, además de tomar posiciones sobre temas sensibles de la coyuntura global.
Peña enmarcó la intervención con una definición de política exterior. Sostuvo que Paraguay se reafirma como “potencia media” con vocación de “construcción de consensos” y de fortalecimiento del multilateralismo. Afirmó que el país está listo para asumir “un rol protagónico” en debates globales, buscando, dijo, resultados concretos y medibles frente a la fatiga social por promesas incumplidas y agendas sin ejecución.
En clave doméstica e internacional, planteó que “nuestros pueblos están hartos de promesas vacías” y que la confianza se reconstruye con políticas que se traduzcan en “pan sobre la mesa”, seguridad y educación. La tesis central: la democracia debe demostrar capacidad de resolver problemas cotidianos. Bajo ese criterio, reivindicó la evaluación por resultados y una diplomacia que conecte valores con eficacia pública.
El eje de libertades ocupó un tramo central. Peña expresó “enorme preocupación” por restricciones a la información y a la libertad de expresión en la región. Mencionó los casos de Nicaragua y Venezuela como contextos que requieren atención de la comunidad internacional. Insistió en que la crisis democrática no se resuelve con “mano dura” ni con censura, y que la respuesta institucional debe ser “más democracia, más república, más derechos”.
El mandatario introdujo la noción de “ideologización radical” y la vinculó con un ciclo de intolerancia y violencia política. Recordó, como recurso retórico, la advertencia de Theodor Mommsen sobre la gravedad de los tiempos para subrayar el tono de alarma. Señaló episodios recientes en Colombia y Estados Unidos para ilustrar un deterioro del clima cívico y sostuvo que la polarización salió del discurso para materializarse en agresiones.
Peña insistió en que hay una crisis de confianza en las instituciones que amenaza el contrato democrático. Reivindicó la “Declaración Universal de Derechos Humanos” como punto de referencia y pidió distanciarse de extremos de “izquierda y derecha” que, afirmó, asedian la arquitectura liberal. La propuesta paraguaya, dijo, pasa por reforzar pluralismo, tolerancia y canales de diálogo, sin renunciar al imperio de la ley.
En materia económica, el discurso introdujo una crítica a dependencias sistémicas. Sin nombrarla, el mensaje se leyó como una alusión a China al advertir sobre modelos que priorizan eficiencia sobre seguridad y costo sobre confiabilidad. Afirmó que “no todas las asociaciones comerciales son iguales” y reclamó cadenas de suministro “más confiables, diversificadas y resilientes”, tras el estrés de la pandemia y la guerra en Ucrania.
El presidente alertó sobre los riesgos de inversiones que comprometen soberanía cuando se asocian a “autoritarismo político, vigilancia masiva y erosión de libertades”. Sugirió que la infraestructura crítica no debe quedar atada a regímenes no democráticos y propuso alianzas ancladas en “Estado de derecho, libertades individuales y economía de mercado”. Sumó, además, definiciones de orden moral que su gobierno vincula a su matriz de principios.
Peña presentó esa plataforma como el basamento de la política exterior paraguaya. Afirmó que Paraguay busca integración regional “más profunda”, con anclaje en valores compartidos, y que su aporte al multilateralismo pasa por resultados, diálogo y previsibilidad. Vinculó ese enfoque a la idea de “potencia media” que colabora en puentes entre agendas comerciales, climáticas y de seguridad con estándares verificables.
En el capítulo geopolítico, expresó apoyo al derecho de Israel a defenderse y condenó el antisemitismo como fenómeno persistente. En paralelo, pidió redoblar esfuerzos diplomáticos para reducir el sufrimiento civil en las zonas de conflicto y preservar el derecho internacional humanitario. Fue un pasaje breve pero alineado con posicionamientos previos de Asunción en foros multilaterales.
El reconocimiento a Taiwán ocupó un punto destacado. Paraguay, único país de Sudamérica con relaciones plenas con Taipéi, defendió que la “República de China (Taiwán)” tenga espacio en el sistema internacional. Peña evocó 67 años de vínculos bilaterales y argumentó que se trata de una amistad sustentada en valores democráticos. Admitió costos económicos, pero sostuvo que “hacer lo correcto” tiene un valor político superior.
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El cierre combinó balance global y mensaje interno. El mandatario dijo mirar “con esperanza” pese al diagnóstico severo sobre polarización y violencia. Reivindicó la tradición doctrinaria del Partido Colorado y su promesa de “prosperidad con democracia y derechos humanos”. En términos de agenda práctica, el reto planteado fue que la democracia “cumpla” con justicia, crecimiento y seguridad, en un marco de legalidad y libertades.
La intervención de Peña se produjo en una Asamblea que abrió con Luiz Inácio Lula da Silva y con Donald Trump, y que discute reformas del sistema multilateral, conflictos abiertos y reconfiguración de cadenas productivas. En ese escenario, la apuesta paraguaya fue presentar credenciales de previsibilidad, subrayar la defensa de libertades y diferenciarse frente a alianzas económicas que, advirtió, pueden tensionar la soberanía.
Fuente: ABC Color
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