El 9 de septiembre de 1932, el fortín de Boquerón seguía ocupado por el ejército boliviano, fue entonces cuando el Ejército Paraguayo se decidió a atacar y luchar por su soberanía. ABC
El 29 de septiembre de 1932 concluyó la Batalla de Boquerón, considerada el bautismo de fuego del Ejército Paraguayo en la Guerra del Chaco. A 93 años de aquella victoria, se recuerda un episodio que cambió el rumbo del conflicto y elevó la moral del país en defensa de su soberanía.
El enfrentamiento comenzó el 9 de septiembre, cuando las tropas paraguayas iniciaron el cerco al fortín Boquerón, ocupado por fuerzas bolivianas desde julio. Durante veinte días, ambos ejércitos protagonizaron intensos combates en condiciones extremas, con limitados recursos y bajo un clima hostil en pleno corazón del Chaco.
Bolivia contaba con mejor equipamiento y más efectivos. Sin embargo, la estrategia del entonces teniente coronel José Félix Estigarribia resultó decisiva. Tras los fracasos iniciales de los ataques frontales, se aplicaron maniobras de envolvimiento conocidas como corralitos, que permitieron neutralizar la resistencia boliviana y aislar al fortín.
La batalla fue sangrienta y el suministro de agua se convirtió en un factor crítico. Muchos soldados paraguayos debieron abandonar las líneas para buscar el vital líquido en Isla Po’i. Del lado boliviano, la escasez generó desesperación entre los defensores, quienes llegaron a enfrentarse entre sí para acceder al poco recurso disponible.
Finalmente, en la madrugada del 29 de septiembre, las tropas bolivianas pidieron rendirse. El comandante Manuel Marzana entregó el fortín bajo la condición de evacuar a los heridos y recibir garantías de vida. Los paraguayos ingresaron poco después a Boquerón, encontrando un escenario desolador, con centenares de muertos y heridos sin atención médica.
Las cifras reflejaron la dureza del combate. La prensa informó de más de mil bajas bolivianas, además de oficiales y soldados prisioneros. El Ejército Paraguayo también sufrió grandes pérdidas, con alrededor de dos mil muertos. La cobertura internacional situó al Paraguay en el mapa de la prensa mundial, mostrando la magnitud de la victoria.
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Para los historiadores, Boquerón representó mucho más que la recuperación de un fortín. Fue la batalla que fortaleció la moral del soldado paraguayo y que sirvió de escuela para desarrollar nuevas técnicas militares aplicadas en posteriores enfrentamientos de la Guerra del Chaco.
En Asunción, la noticia desató una celebración nacional. Las campanas de las iglesias repicaron, los comercios cerraron y la población se volcó a las calles en señal de júbilo. A casi un siglo, la Batalla de Boquerón sigue siendo símbolo de sacrificio, estrategia y unidad nacional.
Fuente: ABC Color
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