El Chaco paraguayo conoce de distancias, de calores extremos y de caminos que se vuelven fango. Allí, una jueza de paz sostiene la rutina como promesa cumplida: llegar todos los días a su despacho y atender a su comunidad sin excusas.
María Magdalena Vargas de Mendoza, conocida por todos como “Ña Muñeca”, tiene 73 años y trabaja en Cadete Pastor Pando. Mantiene la misma disciplina con la que inició hace más de tres décadas y media. Antes de portar el sello judicial, fue maestra rural durante cinco años, cuando la tiza era herramienta y esperanza.
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Vecinos y usuarios del sistema confirman un dato que ya es leyenda local: no faltó un solo día. Ni el frío de la madrugada, ni el sol que raja la tierra, ni la lluvia que borra los caminos logró frenarla. Hubo jornadas en las que llegó a caballo o montada en su burro, porque la cita con la ciudadanía era innegociable.
Tiempo atrás murió su burrito, fiel aliado de tantas travesías por senderos difíciles. La pérdida dolió, pero no detuvo la agenda. “Ña Muñeca” siguió a pie cuando hizo falta, porque la justicia de proximidad no puede esperar a que el clima mejore ni a que llegue la camioneta.
Su nombre rara vez aparece en listados oficiales. La Corte Suprema de Justicia no la ha destacado en actos o placas. Sin embargo, en Cadete Pastor Pando su trayectoria pesa más que cualquier diploma. Para los pobladores, su firma vale tanto como su presencia diaria.
“Jueces como ella ya no se encuentran”, repiten en la localidad. En un tiempo en que la justicia suele arrastrar desconfianza, el trabajo constante de “Ña Muñeca” repara vínculos y recuerda que el servicio público se mide en hechos, no en discursos.
Fuente: EXTRA
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