La imagen es casi un clásico: un niño o niña montado en un pony, con la Basílica de Caacupé de fondo, y el infaltable cartelito que dice “Recuerdo de Caacupé”. Aunque los celulares hoy estén en todas partes, esta tradición sigue viva, firme en la explanada del santuario, como desde hace décadas.
Los fotógrafos que se dedican a esta práctica dicen que, a pesar de los cambios, la gente sigue valorando esa foto impresa, la que se guarda con cariño en los álbumes de la familia. “Muchos peregrinos no se van sin llevar su foto. Es parte del paseo”, aseguran.
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Entre los más veteranos están don José María Leite (65), Melión Sanabria (77) y Eusebio Martínez (72), quienes llevan años con esta tarea. No son los únicos, claro, pero sí forman parte del grupo que estuvo desde que las cámaras instantáneas, como las Kodak o las Polaroid, comenzaron a marcar presencia en los 80, justo después de que se demoliera el viejo tupao tuyá.
Algunos trabajan todo el año, otros solo por temporadas. Pero todos coinciden en lo mismo: la foto en pony no pasa de moda. Es más, con el tiempo fueron agregando detalles. Hoy ya hay fondos preparados con banners de la Virgen y del santuario, todo pensado para que la imagen mantenga ese toque tradicional que tanto gusta.
El proceso es rápido: en dos minutos ya tenés la foto en mano. Y más allá de lo visual, lo que queda es el recuerdo tangible, ese que se lleva a casa y se vuelve parte del ritual de visitar Caacupé.
Con la llegada de los celulares, muchos pensaron que esta costumbre iba a desaparecer. Pero los fotógrafos encontraron la vuelta. Primero hacen la toma oficial y después, si el visitante quiere, le dejan sacar su propia foto con el celular. Así, se combinan lo nuevo con lo de siempre, sin que uno le quite lugar al otro.
Los trabajadores dicen que esa pequeña adaptación fue clave para seguir en pie. Y sostienen que la foto impresa todavía tiene su encanto, ese valor sentimental que no se pierde con el tiempo.
Fuente: ABC Color







