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El apagón que desconectó a Madrid: un viaje a lo analógico

Madrid vivió un histórico apagón que paralizó la capital española durante 10 horas, generando caos en el transporte, compras masivas y un inesperado regreso a la radio como fuente de información.

Apagón en España; las góndolas vacías de mercados arrasados por la paranoia que cubrió a Madrid con diez horas sin luz.

Madrid se sumergió en una inesperada crisis el 28 de abril cuando un apagón masivo dejó a la capital española completamente a oscuras durante aproximadamente 10 horas. El colapso eléctrico no solo interrumpió los servicios básicos sino que transformó radicalmente la cotidianidad de una de las metrópolis más modernas de Europa, llevando a sus habitantes a un estado de desconcierto generalizado y a un sorpresivo regreso a los métodos de comunicación analógicos.

La interrupción eléctrica coincidió con una semana particularmente complicada para Madrid, donde ya se experimentaban problemas con la recolección de residuos, lo que había convertido varias zonas de la ciudad en áreas con tachos desbordados y bolsas de basura dispersas por las aceras. Sin embargo, este apagón representó un desafío de proporciones mucho mayores, como lo expresó Gonzalo, residente del barrio de Chamartín: En 50 años, nunca se vio algo así, mientras observaba cómo los sistemas urbanos quedaban completamente paralizados.

El efecto dominó no tardó en manifestarse. Minutos después del corte inicial, las señales de telefonía móvil comenzaron a fallar progresivamente. Sin electricidad, las antenas de telecomunicaciones dejaron de funcionar, inhabilitando no solo las llamadas telefónicas sino también las conexiones WiFi y los datos móviles. Madrid, una ciudad que vive conectada al mundo digital, se encontró súbitamente aislada, sin posibilidad de comunicación inmediata ni acceso a información actualizada sobre lo que estaba ocurriendo.

Con el avance de las horas y ante la falta de canales oficiales de comunicación, las conversaciones entre vecinos se intensificaron, dando paso a toda clase de especulaciones sobre las causas del apagón. Las teorías circulantes involucraban desde decisiones gubernamentales del presidente Pedro Sánchez hasta conspiraciones internacionales que mencionaban figuras como Vladimir Putin y Donald Trump. En ausencia de información verificada, las hipótesis más inverosímiles encontraron terreno fértil en una población desorientada y ansiosa por entender lo que estaba sucediendo.

El sistema de transporte sufrió un colapso inmediato. Con el metro y los trenes completamente fuera de servicio, los autobuses urbanos se convirtieron en la única alternativa viable de movilidad pública. Para las 18:00 horas, en pleno horario de salida laboral, las filas para abordar estos vehículos se extendían por cuadras enteras. La situación se agravó por la imposibilidad de utilizar aplicaciones de transporte como Uber o Cabify, dejando a miles de madrileños con opciones extremadamente limitadas para regresar a sus hogares.

El caos vial alcanzó niveles críticos cuando los semáforos dejaron de funcionar en las principales arterias de la ciudad. Efectivos policiales intentaron gestionar manualmente la circulación en las intersecciones más congestionadas, mientras helicópteros sobrevolaban constantemente el área metropolitana, incrementando la sensación de emergencia entre los ciudadanos que observaban el cielo con evidente preocupación. La ausencia de información oficial alimentaba la incertidumbre colectiva sobre la verdadera magnitud de la crisis.

El temor a un desabastecimiento prolongado desencadenó una reacción preventiva en gran parte de la población. Impulsados por la incertidumbre sobre la duración del apagón, numerosos madrileños acudieron masivamente a supermercados y tiendas de conveniencia para abastecerse de alimentos no perecederos y artículos de primera necesidad. Las escenas recordaron vivamente los momentos más críticos vividos durante la pandemia, con largas filas y estantes que se vaciaban rápidamente ante la mirada ansiosa de los compradores.

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Los pequeños comercios de barrio, especialmente las tiendas regentadas por la comunidad china, experimentaron una demanda sin precedentes de artículos relacionados con la emergencia. En cuestión de horas se agotaron las existencias de linternas, velas, pilas y, sorprendentemente, aparatos de radio a pilas. Este último elemento, prácticamente relegado al olvido en la era de los smartphones y los podcasts, resurgió como herramienta fundamental para obtener información durante la crisis. Miles de madrileños volvieron a sintonizar emisoras tradicionales, redescubriendo el valor de un medio que parecía pertenecer al pasado.

Conforme avanzaba la noche, la mayoría de los establecimientos comerciales cerraron sus puertas, mientras algunos bares y cafeterías permanecieron abiertos funcionando con capacidades mínimas, ofreciendo bocadillos simples y bebidas a temperatura ambiente. Escenas inusuales se multiplicaron por la ciudad, como la de una mujer en el barrio de Hispanoamérica que acudió a un bar solicitando agua caliente para llenar un termo, explicando que su cocina eléctrica estaba completamente inutilizada.

Finalmente, poco después de las 22:00 horas, el suministro eléctrico comenzó a restablecerse progresivamente en los diferentes distritos de Madrid, provocando espontáneas manifestaciones de alegría desde los balcones, con aplausos y vítores que celebraban el regreso a la normalidad después de más de diez horas de absoluta desconexión.

Fuente: Diego Pero – Clarín