La batalla de Curupayty, librada el 22 de septiembre de 1866, se convirtió en el triunfo militar más resonante de Paraguay en la Guerra de la Triple Alianza. Fue un enfrentamiento que reveló la eficacia de la estrategia defensiva paraguaya y que marcó un punto de inflexión en el desarrollo del conflicto.
El ejército paraguayo estaba bajo el mando del general José Eduvigis Díaz. En los días previos a la batalla, supervisó personalmente la preparación del terreno y la construcción de trincheras, zanjas y obstáculos. La disciplina de las tropas permitió levantar un sistema defensivo que aprovechó la geografía y el clima de la zona.
Las lluvias intensas que antecedieron al combate resultaron decisivas. El agua anegó el terreno y cubrió las trampas dispuestas por los paraguayos, ocultando así las defensas a los ojos del enemigo. Este factor natural aumentó la ventaja paraguaya y debilitó la capacidad de reconocimiento de los aliados.
El ataque comenzó con un intenso bombardeo naval de la flota brasileña. Tras varias horas de cañoneo, el comandante aliado Bartolomé Mitre asumió que las posiciones defensivas paraguayas habían sido neutralizadas. Confiado en esa impresión, ordenó el avance de las fuerzas conjuntas argentinas, brasileñas y uruguayas.
Los contingentes aliados se organizaron en 28 cuerpos de asalto, reforzados por batallones en reserva. Bajo los mandos de Wenceslao Paunero, Emilio Mitre y el barón de Porto Alegre, las tropas iniciaron su marcha sobre un terreno fangoso que dificultaba cualquier maniobra. Al acercarse a las trincheras, la artillería paraguaya abrió fuego sin tregua.
La resistencia resultó impenetrable. El barro, las estacas y las zanjas impidieron el avance aliado. Aquellos soldados que lograron aproximarse fueron abatidos rápidamente. El repliegue se convirtió en caos cuando nuevas oleadas llegaban desde la retaguardia, chocando con las primeras líneas que buscaban retroceder.
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El saldo fue devastador para la coalición. Se estima que los aliados sufrieron aproximadamente unas 10.000 bajas entre muertos y heridos. En contraste, Paraguay perdió menos de un centenar de hombres. La diferencia numérica reflejó el éxito de la planificación y el coraje de las tropas nacionales.
Curupayty quedó grabada en la memoria colectiva como la mayor victoria paraguaya. Su impacto fue político, militar y moral, al demostrar que un ejército pequeño podía derrotar a una fuerza numéricamente superior mediante estrategia, disciplina y conocimiento del terreno. La batalla sigue siendo recordada como un símbolo de resistencia y unidad nacional.
Fuente: ABC Color







