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Denuncia de discriminación en el Intercolegial del ASA se viraliza en redes

La publicación de un padre que asistió al torneo estudiantil para ver jugar a su hija, dio a conocer el mal rato que pasó por un hecho que no fue debidamente aclarado, causó indignación y críticas de los internautas.

Guardias del Intercolegial/Ilustración. Foto: Facebook Intercolegial ASA.

El escritor, Julio César Benegas Vidallet, publicó el domingo la desagradable experiencia que le tocó vivir con un confuso hecho que sucedió mientras estaba en las gradas del tinglado, donde su hija estaba participando del intercolegial del American School of Asunción (ASA), y hasta donde él llegó en compañía de otros familiares para apoyarla, según comentó.

“Hemos sido violentamente expulsados del ASA”, se titula el escrito e inmediatamente sigue comentando lo sucedido; “España y Augusto Roa Bastos marcaba la dirección del torneo. Tuvimos que sacar un carnet digital, primero, luego fuimos revisados, una vez, dos veces, y una tercera vez con repasador de metales. Nos encontramos en una especie de gigantesca feria de productos, canchas de cemento, de césped, un complejo deportivo. Un mundo de jóvenes en él, había sido, me enteré después, tradicional torneo del ASA (American School of Asunción)”.

Siguió relatando que su hija, finalmente ingresó en el segundo tiempo del partido y que tras celebrar el gol de su pequeña, que también le estaba dando la victoria a su equipo, se preparó para ir a abrazarla, apenas y finalizara el partido, sin embargo, quedó sorprendido cuando una persona le exigió que baje de las graderías y lo acompañe hacia afuera, sin recibir explicación alguna. El relato continúa de la siguiente manera.

Cuando me levanté apareció un tipo rubio, recio, y con los dedos dirigidos a mí y a Mirna, nos ordenó bajar de las gradas.

¿Quéeee?

-Sí, bájense y me acompañan hasta salida

-Pero qué está diciendo usted, qué pasa, explíquenos- reclamó Mirna (pareja del hombre y madre de otro menor que se encontraba con ellos).

-Bájense y síganme, o si no traigo a la Policía

Amaru miraba todo ese espectáculo desorientado. Llegó otro guardia. Entonces le dije a Mirna que era, más por Amaru que por nosotros, que acompañáramos esa agresiva orden, avasallante, indignante.

En el camino a la salida seguíamos pidiendo explicación. Nada.

Ya a la salida nos encontramos con un grupo policial y con el comisario.

Ahí fue el que tipo nos acusó de haber robado un celular

-Qué, cómo, de qué usted está hablando

Sí, lo vimos, tenemos todo registrado

Pero cómo. Entonces recordé que un chico le había preguntado a Mirna si el celular que estaba en la grada era de ella. Ella me preguntó si era el mío. Sí, lo era, lo había dejado ahí, a unos metros de donde estaba.

Entonces saqué el celular. Mirna me llamó por teléfono. Sonó. Y le mostró al comisario. Luego nos pidieron la cédula

-Por qué, para qué- reclamó Mirna.

Yo lo denuncié al tipo de maltrato.

-Puede hacer la denuncia en la comisaría”.

No ingreso

Pensando que el malentendido había pasado, Benegas insistió en volver a ingresar para encontrarse con su hija, ya que, además hizo un viaje desde Ciudad del Este para poder acompañar de cerca a su pequeña. La narración sigue así:

“Bueno, ahora podemos volver.

-No, el lugar se reserva el derecho de admisión, ¿verdad?- asumió y preguntó gua’u el comisario

-Sí, respondió el otro.

-Debo buscar a mi hija, despedirme por lo menos.

-No, ustedes deben salir de este lugar- volvió a repetir el comisario. El tipo, el jefe de guardia, un tal Aldo Adorno, volvió a cabecear afirmativamente.

No podíamos creer. Nos miramos con Mirna. Yo miré al comisario y le dije, no sé de dónde me salió: “No le voy perdonar esto que nos están haciendo. Ni siquiera me dejan ir a ver a mi hija. No les voy a perdonar”.

Resignación

Finalmente, decidieron retirarse del sitio: “Vomitados por una estructura de clase y la policía, de un lugar que sabíamos, con mis zapatillas, mi pelo largo, el color moreno de Mirna y de Amaru, nuestras apariencias de calle, de clase trabajadora, que ese no era nuestro lugar”, alegó.

Metros antes de llegar a la salida, su hija lo alcanzó y entre su impotencia y rabia, mencionó a su hija que ya no podría acompañarla en esos lugares. “Le dije que era la última vez que la acompañaba a estos lugares, “estos lugares que no son el nuestro che rajy”. Ella respondió: “Sí, papá, lo entiendo. Y entiendo lo que decís”. 

El último párrafo de la publicación, que tiene casi 1.000 reacciones, tiene 165 comentarios y se compartió unas 674 veces, refiere lo siguiente: “Me hubiera encantado que estas letras hayan sido de festejo y de abrazos. Pero mierda el país en el que vivimos. Qué mierda. Lo siento. He visto y viví tanta humillación de clase y policial, pero cuando las dos cosas te tocan al mismo tiempo, en el cuerpo, y en el cuerpo de tus seres queridos, la impotencia es brutalmente avasallante”.

Hasta el momento se desconoce algún tipo de descargo de la organización del Intercolegial aludido.

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