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24 de febrero: la historia detrás del Día de la Mujer Paraguaya

La fecha honra la participación femenina en la reconstrucción del país tras la Guerra de la Triple Alianza y el legado de la Asamblea del Bello Sexo.

Foto: @coparaguay

El Día de la Mujer Paraguaya, celebrado cada 24 de febrero, tiene raíces históricas profundas que se remontan a 1867, cuando se realizó la Asamblea del Bello Sexo Nacional.

Esta fecha fue oficialmente establecida en 1974, gracias a las gestiones del Instituto Femenino de Investigaciones Históricas, liderado por la historiadora Idalia Flores de Zarza, y aprobada por el Congreso Nacional tras la propuesta de la diputada Carmen de Lara Castro.

Un elemento central en la historia de esta conmemoración es el Álbum de Oro, documento histórico que registró las donaciones de joyas y objetos valiosos que las mujeres paraguayas entregaron al Mariscal Francisco Solano López para sostener el esfuerzo bélico.

Este valioso documento fue descubierto en Brasil en 1964 por Idalia Flores de Zarza, quien inició una intensa campaña para su restitución. Sus esfuerzos culminaron el 4 de diciembre de 1975, cuando el entonces presidente brasileño Ernesto Geisel devolvió oficialmente el álbum al gobierno paraguayo, recuperando así un importante símbolo del patriotismo femenino.

 Por un lado, historiadores como Beatriz Rodríguez Alcalá defendían la figura de la reconstructora, aquellas mujeres que trabajaron arduamente para reconstruir el país devastado tras la guerra. Por otro lado, organizaciones como la Asociación de Graduadas Universitarias, influenciadas por la historiografía nacionalista y las ideas de Juan E. O’Leary, promovían la imagen de la residenta, la mujer que acompañó incondicionalmente al ejército paraguayo hasta el final de la contienda.

Este debate se desarrolló durante el régimen de Alfredo Stroessner, en un momento de fuerte exaltación nacionalista por el centenario de la Guerra de la Triple Alianza. El dictador se presentaba como el segundo reconstructor de la república, lo que brindaba un contexto político particular a las discusiones sobre el rol histórico de las mujeres.

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El enfrentamiento entre las distintas visiones no solo tenía un trasfondo histórico sino también político: la figura de la reconstructora era asociada con sectores liberales, mientras que la residenta representaba valores más alineados con el nacionalismo oficial promovido por el régimen.

Finalmente, el Estado determinó en julio de 1970 que la única mujer que podía llamarse reconstructora era aquella que había permanecido incondicionalmente junto al ejército hasta el último momento, fusionando ambos conceptos. Esta visión quedó plasmada en monumentos como el dedicado a la Residenta en el camino a Luque, obra del escultor Francisco Javier Rolón.

Fuente: ABC Color