Cultura

Crisis del cine argentino: la ausencia que marca Cannes 2025

La presencia argentina en Cannes 2025 se limita a un cortometraje y un filme rodado en Nueva York, confirmando los temores del sector audiovisual tras los recortes gubernamentales.

Una protesta contra las medidas del presidente argentino Javier Milei contra el cine, en abril de 2024. Foto: Luis Robayo

La 78ª edición del Festival de Cannes confirma lo que el sector cinematográfico argentino venía anticipando: la notable ausencia de producciones albicelestes en la muestra más prestigiosa del séptimo arte mundial. Aquella potencia fílmica que regularmente brillaba en la Croisette con múltiples selecciones tanto en la competencia oficial como en secciones paralelas, apenas mantiene una mínima presencia este año, reflejando el impacto de los recortes presupuestarios implementados por el gobierno de Javier Milei.

La representación argentina en el festival francés se limita a un cortometraje titulado Tres de Juan Ignacio Ceballos, un largometraje rodado en Nueva York llamado Drunken Nooodles del director Lucio Castro que será exhibido por la Asociación para la Difusión del Cine Independiente (ACID), y una proyección especial del clásico Más allá del olvido (1955) de Hugo del Carril, tras su restauración en formato 4K. Una presencia testimonial que contrasta con el protagonismo histórico del país en el certamen.

Esta trayectoria decreciente ya se había manifestado en la Berlinale 2025, donde la cinematografía argentina únicamente logró colocar El mensaje de Iván Fund, que si bien obtuvo el Oso de Plata Premio del Jurado, evidenció la reducción drástica de la producción nacional en comparación con países vecinos como Chile o Brasil. Un contraste que resulta particularmente llamativo considerando la rica tradición y el reconocimiento internacional que el cine argentino ha cosechado durante décadas.

Para los profesionales del sector audiovisual argentino, la explicación de esta crisis es inequívoca: los severos recortes aplicados al Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), históricamente el principal instrumento de financiación y fomento, han provocado una parálisis productiva sin precedentes. La política de austeridad extrema, popularmente conocida como la «motosierra» de Milei, ha golpeado con especial dureza a un sector que dependía sustancialmente del apoyo estatal para su desarrollo.

Ricardo Darín, una de las figuras más internacionales del cine argentino, expresó su consternación ante la situación actual. En declaraciones a EFE durante la promoción de la serie El eternauta, el reconocido actor señaló: Está triste. Estamos ahí como acovachados, esperando que esto sea un mal sueño y que esto sea un momento bisagra. Darín aboga por una reflexión que permita alcanzar objetivos como la transparencia y la eficiencia sin sacrificar por completo el estímulo a la actividad cinematográfica.

La desaparición del fomento estatal ha dejado el panorama audiovisual argentino en manos exclusivas de la industria privada, limitando la producción a los proyectos de grandes productoras y plataformas globales. Según explica Javier Campo, presidente de la Asociación Argentina de Estudios sobre Cine y Audiovisual e investigador del Conicet, esta transformación conduce inevitablemente a una producción más homogénea, comercial y conservadora, desprovista de la diversidad y originalidad que caracterizaban al cine argentino.

El experto señala con preocupación que las consecuencias trascienden lo meramente industrial: Lo que ocurre es una desaparición de las culturas populares (…) Las películas que actualmente se están estrenando son argentinas, pero podrían no serlo. Esta pérdida de identidad cultural resulta particularmente dolorosa en un país cuya cinematografía ha sido históricamente un vehículo de expresión social y cultural con fuerte personalidad propia.

La crisis actual significa que películas innovadoras como Simón de la montaña de Federico Luis Tachella, ganadora de la Semana de la Crítica en Cannes 2024, difícilmente podrían producirse en el contexto actual. Campo recuerda que Argentina ha mantenido presencia en Cannes desde la época de Leopoldo Torre Nilsson a finales de los años 50, y su desaparición actual refleja fielmente el momento crítico que atraviesa el séptimo arte en el país sudamericano.

La gestión actual del INCAA, bajo la dirección del economista Carlos Pirovano, ha sido duramente criticada por el sector. Según un informe del Espacio Audiovisual Nacional (EAN), que agrupa a diversas entidades del ámbito cinematográfico, la institución no ha aprobado la financiación de ninguna película desde su llegada, a pesar de seguir recaudando el porcentaje correspondiente de las entradas vendidas en el país, fondo específicamente destinado al fomento audiovisual.

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El actor Darío Grandinetti expresó su indignación durante la entrega de los Premios Platino en Madrid: Es patético, ellos se jactan de eso. Están orgullosos de decir ‘ninguna película’. Me da un poco de pena porque un país sin cine se estrella más temprano que tarde. Por su parte, Pirovano ha defendido el cambio de sistema, argumentando la necesidad de eliminar la asignación de anticipos a películas no iniciadas y reducir la estructura del instituto, que según medios locales ha pasado de 800 a 261 empleados.

A pesar del panorama sombrío, algunos expertos como Campo vislumbran la posibilidad de que esta crisis genere eventualmente un renacimiento creativo. El investigador recuerda que durante la crisis económica de 2001, los realizadores argentinos encontraron formas de seguir produciendo: Los realizadores salieron a la calle con sus cámaras y se empezó a hacer un nuevo cine. Aquellas películas de bajo presupuesto pero alta calidad estética y narrativa lograron contar historias del presente fundamentales para la reflexión social durante períodos críticos, demostrando que la creatividad argentina puede florecer incluso en los contextos más adversos.

Fuente: ABC Color