Martín Karadagian falleció el 27 de agosto de 1991, ocho años después de abandonar los rings por problemas de salud relacionados con la diabetes. Su última pelea había ocurrido el 30 de diciembre de 1983 contra Nerón, cerrando una era dorada del entretenimiento rioplatense.
El legado del armenio trascendió las fronteras argentinas para instalarse en la memoria colectiva de toda una generación.
La canción “Ya llegó Karadagian, el gran Martín es un titán” despierta nostalgia inmediata en quienes vivieron los años setenta y ochenta. Este himno acompañaba la entrada del luchador más carismático de Sudamérica, cuyo programa televisivo convocaba a miles de niños frente a las pantallas cada sábado. Su figura trasciende lo deportivo para convertirse en fenómeno cultural de masas.
¡Choque de titanes!
Karadagián vs. Gatica, definen quien es el mejor en un encuentro de catch realizado en la Bombonera.
Reviví este momento épico de nuestra historia popular.
Documento fílmico. ID: 800.C35.1.A. 1956. pic.twitter.com/7blObQCt5N
— Archivo General (@AGNArgentina) June 21, 2025
Karadiyijan nació en 1922 en un conventillo de San Telmo, hijo de un inmigrante armenio y una española. La pobreza extrema lo obligó a trabajar desde pequeño, mientras sufría los maltratos de un padre violento. Esta infancia difícil forjaría el carácter combativo que lo llevaría a conquistar la televisión continental décadas después.
Los orígenes del mito
Las versiones sobre sus primeros logros deportivos alimentaron la leyenda personal que Karadagian construyó meticulosamente. Aseguraba haber sido campeón panamericano infantil a los ocho años en Detroit y mundial de cadetes a los 12 en Londres. Según su relato, la propia reina Isabel le habría entregado el premio, omitiendo que en 1934 ella era apenas sobrina del rey Eduardo.
La realidad indica que se acercó al catch recién a los 18 años, cuando el Luna Park ofrecía espectáculos de “agárrese como pueda” a un público adulto. Su baja estatura inicialmente lo perjudicó, pero logró convencer a los promotores exhibiendo una fuerza excepcional. El histrionismo natural completó la fórmula que lo llevaría al estrellato televisivo.
Su participación en la película “Reencuentro con la gloria” y el combate contra el Capitán Piluso, personaje de Alberto Olmedo, le abrieron las puertas de la televisión. Estos antecedentes sentaron las bases para el lanzamiento de “Titanes en el Ring” en 1962, programa que revolucionaría el entretenimiento familiar argentino.

El imperio de los personajes
Los luchadores interpretaban personajes elaborados que dividían al público entre buenos y malos. Don Quijote, Sancho Panza, el Vikingo y Mercenario Joe compartían ring con enmascarados como La Momia y el Caballero Rojo. Esta teatralización, atribuida al relator Rodolfo Di Sarli, convirtió cada combate en una representación épica con claros antagonistas.
La Momia se transformó en el rival clásico de Karadagian, generando enfrentamientos que invariablemente terminaban en empate para preservar la rivalidad comercial. Su canción tétrica aseguraba “quiere mucho a todos los niños”, creando una paradoja que fascinaba a la audiencia infantil. La identidad secreta del personaje mantuvo el misterio durante años hasta ser revelada por la revista Gente.
La creatividad no tenía límites en el universo de Titanes. Joe Galera, la Viudita, el Hombre de la Barra de Hielo y hasta el Hombre Invisible formaron parte del elenco. Este último enfrentamiento mostraba a Karadagian luchando solo mientras Di Sarli relataba movimientos invisibles gracias a lentes “especiales”, demostrando el ingenio narrativo del programa.
Expansión continental y legado paraguayo
El éxito trascendió las fronteras argentinas llegando a Paraguay, donde generó el mismo fervor popular. En Paraguay, la primera presentación ocurrió en el estadio Comuneros, seguida por múltiples giras que incluyeron el Club Olimpia. El fenómeno Titanes demostró que el entretenimiento familiar podía unificar culturas diferentes bajo una misma pasión.

El momento cumbre llegó en 1972-1973 con el lanzamiento de películas, discos y una línea completa de merchandising que incluía figuritas, muñecos y remeras. Algunos luchadores como el astronauta Yolanka representaban marcas comerciales, anticipando estrategias de marketing que se volverían comunes décadas después. Karadagian había creado un imperio comercial sin precedentes en la televisión regional.
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A pesar del éxito económico, Karadagian mantenía hábitos de “pequeño mercader”, manejando negocios paralelos y pagando salarios bajos a sus luchadores. Sus emprendimientos inmobiliarios lo llevaron incluso a prisión tras un derrumbe. La desconfianza lo llevaba a cobrar en efectivo y guardar el dinero en el suspensor durante las presentaciones, según relata su biógrafo Daniel Roncoli.
Su hija Paulina relanzó años después el programa, manteniendo viva la nostalgia de una época irrepetible que marcó la infancia de millones de sudamericanos.
Fuente: Infobae/El País Uruguay








