El presidente, Santiago Peña, asistió ayer a la celebración por los 40 años del Centro Familiar de Adoración (CFA), una de las iglesias evangélicas más influyentes del país. El mandatario estuvo acompañado por el presidente de la Cámara de Diputados, Raúl Latorre, en una jornada que combinó actos religiosos y reconocimientos a los fundadores del movimiento.
Desde la cuenta oficial de la iglesia, los organizadores destacaron la presencia de Peña y agradecieron su acompañamiento en “una celebración llena de gratitud, adoración y esperanza”. Sin embargo, no trascendieron detalles sobre si el presidente tomó la palabra durante el acto ni sobre el contenido de su mensaje, lo que generó diversas interpretaciones sobre el carácter político o institucional de su visita.
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La relación entre Peña y el sector evangélico había tenido momentos de tensión el año pasado, cuando el Ejecutivo rechazó la derogación del convenio con la Unión Europea. Esa decisión provocó malestar entre pastores y líderes religiosos que consideraban que el acuerdo promovía contenidos contrarios a sus valores. Finalmente, el proyecto fue archivado por el Senado, y el mandatario tuvo que justificar personalmente su posición ante representantes de distintas iglesias.
Pese a ese episodio, la relación entre el Gobierno y el CFA volvió a fortalecerse este año, luego de la promulgación de la ley que habilita la creación de la Universidad Centro Familiar de Adoración. La iniciativa fue vista como un gesto político hacia un sector con creciente peso social y electoral.
El presidente, que mantiene un bajo perfil en ceremonias de la Iglesia Católica, tampoco participó del funeral del papa Francisco ni de la misa central de Caacupé en 2024, a diferencia de otros mandatarios que tradicionalmente asisten a esos eventos. Su ausencia fue atribuida a compromisos internacionales, aunque para algunos observadores refleja una estrategia de mayor acercamiento a los sectores evangélicos.
La presencia de Peña en el aniversario del CFA se interpreta así como un intento de recomponer lazos con grupos religiosos que influyen en la agenda moral y política del país. El acto también reabre el debate sobre los límites entre las creencias personales del gobernante y el rol laico que debe mantener el Estado paraguayo.
Fuente: ÚH







