El Día de los Inocentes, conocido actualmente por sus bromas y risas, tiene sus raíces en una historia de oscuridad y tragedia que data de hace más de 1.500 años.
Según el Evangelio de Mateo, Herodes el Grande, rey de Judea, ordenó la matanza de todos los niños menores de dos años en Belén, en un intento de eliminar al mesías recién nacido, anunciado por los Reyes Magos.
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Este hecho bíblico, que se traduce en una cruel masacre de inocentes, dio lugar a la conmemoración de los «Santos Inocentes», considerados mártires dentro de la fe cristiana.
A lo largo de la historia, se han manejado cifras variadas sobre el número de víctimas, con estimaciones que van desde 14.000 hasta 144.000 según distintas fuentes, aunque los autores modernos proponen cifras mucho menores.
El célebre historiador Flavio Josefo, no menciona esta matanza en sus registros sobre la época, pero sí documenta otras crueldades de Herodes. La fecha del 28 de diciembre, elegida para esta conmemoración, se alinea con la «octava de Navidad», sugiriendo que los niños sacrificados dieron su vida por Jesús, según la visión cristiana.
Durante la Edad Media, el Día de los Inocentes coincidía con la «Fiesta de los Locos», un festival popular en el que se parodiaban los rituales eclesiásticos y se permitía una inversión temporal de roles. Esta celebración, que posiblemente derivó de la Saturnalia romana, se convirtió en una especie de burla a la moral y el culto cristiano, persistiendo hasta el siglo XVI.
(La fecha de la Navidad, por cierto, tampoco está vinculada a la cronología de los hechos. Aquí la explicación)
Así, lo que hoy conocemos como un día para gastar bromas inofensivas, esconde un origen marcado por la tragedia y la crueldad, reflejando cómo las tradiciones pueden evolucionar y transformarse significativamente a lo largo de los siglos.
La conmemoración del Día de los Inocentes es un claro ejemplo de cómo la historia y la cultura pueden redefinir el significado de una tradición a lo largo del tiempo.
Fuente: CNN
