Una reciente investigación publicada en la revista Journal of Occupational Health Psychology reveló que el trabajo sedentario aumenta significativamente el riesgo de desarrollar trastornos del sueño. El estudio se basó en una muestra de casi 1.300 personas a lo largo de diez años, con énfasis en la relación entre la inactividad física en el entorno laboral y los patrones de descanso nocturno.
Los participantes fueron clasificados en tres grupos según su calidad de sueño: durmientes saludables, sueño reparador y sueño con síntomas de insomnio. Los datos muestran que quienes desempeñan funciones laborales sedentarias presentan un 37 % más de probabilidades de manifestar síntomas relacionados con el insomnio, como dificultad para conciliar el sueño, interrupciones frecuentes durante la noche y fatiga persistente durante el día.
Uno de los hallazgos más relevantes del estudio es que estos patrones de sueño deficientes pueden prolongarse durante años. Los individuos que reportaron insomnio o sueño poco reparador al inicio del estudio mantuvieron dichos síntomas al término del período de observación, diez años después. Esto sugiere que, sin intervenciones adecuadas, el problema tiende a cronificarse.
La falta de movimiento durante el horario laboral afecta tanto la calidad del descanso como la salud general, con implicancias en el sistema nervioso, la circulación y el bienestar emocional. El sedentarismo, combinado con largas jornadas de trabajo frente a una pantalla, debilita la regulación del ritmo circadiano, esencial para un sueño saludable.
Los autores del estudio proponen medidas de bajo impacto que pueden incorporarse durante la jornada laboral, sin necesidad de modificar la estructura del trabajo ni generar gastos. Entre ellas, se recomienda la práctica de caminatas breves, el uso de bicicletas estáticas, ejercicios de estiramiento y disciplinas como yoga, tai chi o chi gong.
Además, se sugiere alternar el tiempo sentado con intervalos de trabajo de pie. Este cambio de postura contribuye a mejorar la circulación, alinear la columna vertebral y activar los músculos posturales, factores que repercuten positivamente en el descanso nocturno.
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La higiene del sueño es otro factor clave. Reducir el consumo de cafeína y bebidas estimulantes en las horas previas al descanso, evitar comidas pesadas por la noche y establecer horarios regulares para dormir son prácticas que pueden marcar una diferencia significativa. Los especialistas recomiendan también limitar la exposición a pantallas electrónicas antes de acostarse.
Estos hábitos, combinados con una mayor movilidad durante el día, pueden romper el ciclo del insomnio y favorecer un descanso más profundo y continuo. No se requiere una actividad física intensa, sino constancia y atención a las señales del cuerpo.
Algunas empresas han comenzado a implementar estaciones de trabajo ajustables, que permiten alternar entre posiciones sentado y de pie. Esta adaptación, aunque simple, puede tener un impacto considerable en la salud de los trabajadores. En entornos donde estas modificaciones no son viables, se promueve que los empleados se tomen pausas activas de al menos cinco minutos cada hora.
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La promoción de la salud en el ámbito laboral no solo mejora la calidad del sueño, sino que también incide en la productividad y en la prevención de enfermedades crónicas relacionadas con el sedentarismo. Incorporar estos cambios mínimos representa una inversión en bienestar físico y mental a largo plazo.
Fuente: Pronto.ar







