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Abandonados, entierran bebé en Plaza

Miembros de una comunidad indígena que reclaman la restitución de sus tierras ancestrales no tuvieron alternativa más que enterrar el cuerpo de un pequeño bebé en la Plaza de Armas frente al Congreso. Pidieron ayuda al Indi y no los escucharon.

Miembros de una comunidad indígena enterraron a un bebé en una de las plazas del Congreso debido a la falta de asistencia del Estado. Foto: @Radio970AM.

Una botella de gaseosa vacía es la única marca que indica el rincón de la Plaza de Armas del Congreso que se convirtió en un sepulcro improvisado. La botella verde apenas se distingue en medio del pasto y es probable que en algún momento se arrastrada entre las basuras y el sitio quede condenado al olvido. El sarcófago, un táper.

Ese mismo olvido al que viven condenado los pueblos originarios en Paraguay, un país para el que muchas veces son una carga y en el que la sociedad autodenominada “civilizada” los tacha de haraganes, aprovechadores e interesados.

La falta de interés de las autoridades empujaron a miembros de la comunidad Jetytymiri a convertir ese rincón de la plaza donde levantaron hace más de un mes sus campamentos en un cementerio.

Así lo confirmó a la redacción de RDN el líder de la comunidad, Ramón Benítez, este lunes.

Entre la noche del miércoles y la madrugada del jueves, una joven de 22 años que acompaña a quienes reclaman la restitución de sus tierras, comenzó a sentir fuertes dolores en el vientre. Trató de soportar, munida del estoicismo con el que se arman las mujeres y en particular todavía las indígenas que deben cargar con un sinfín de prejuicios y abandono.

Cuando ya no aguantó, decidió acercarse a los líderes de la comunidad que la llevaron de urgencia al Hospital de Barrio Obrero.

Rodeada de gente que no conocía, la joven madre recibió la peor de las noticias: la pequeña vida que cargaba desde hace unos seis meses en su vientre se había apagado. Había sufrido un aborto interno y el feto murió en su útero.

Cuando los líderes fueron nuevamente al hospital, los médicos les entregaron el feto. Desesperados, comenzaron a buscar ayuda en el Instituto Paraguayo del Indígena (Indi), la institución que debería velar por el respeto a los pueblos originarios.

“Ellos tienen los recursos para situaciones así, por eso les buscamos”, dijo Benítez a nuestro portal.

Sin embargo, la respuesta no llegó nunca. Llamaron una y otra y otra vez. Nunca recibieron respuesta ni tampoco una llamada de vuelta para preguntar porqué la insistencia. “Llamamos y buscamos varias veces la ayuda, pero no nos atendieron”, explicó a su vez Hugo Ramírez, primo de la joven madre.

Debido a la falta de recursos, de respuestas y de interés, no les quedó de otra que enterrar al pequeño en la Plaza de Armas, donde marcaron el sitio con una botella de vidrio vacía. “No teníamos medios ni plata”, agregó Ramírez.

Tampoco tuvieron siquiera para comprar un cajón para el pequeño, por lo que tuvieron que improvisar y utilizaron un táper.

Los miembros de la comunidad Jetytymiri llegaron a las plazas del Congreso hace ya más de un mes para reclamar la restitución de sus tierras ancestrales, en el departamento de Canindeyú. Tuvieron que pasar las fiestas de fin de año en su improvisado campamento, donde deben aguantar no solo los embates del clima sino también la intolerancia y el olvido.

Para la tradición de tierra adentro de Paraguay, esa que combina elementos del catolicismo con saber popular e indígena, este era un angelito.
“Derecho ohóne yvágape ko’ápe opyta la fama (derecho seguro fue al cielo y acá quedó el recuerdo)”, reza la canción Angelito Purahéi (Canto para el Angelito) de Víctor Barrios Ojeda, un desgarrador y hermoso recordatorio para la memoria de aquellos que no pudieron tocar siquiera este mundo antes de marcharse o que lo hicieron poco después de llegar.

Ahora, en la Plaza de Armas yace el cuerpo de un angelito. Según la tradición, ya está en los cielos por su pureza de alma, pero en la tierra quedó el dolor de su pérdida y del olvido al que someten a su comunidad.