En una de las zonas más olvidadas del país, mujeres campesinas e indígenas, acompañadas por misioneras salesianas, se organizan para hacer frente a dos amenazas persistentes: la pobreza extrema y el narcotráfico. Fuerte Olimpo, capital del departamento de Alto Paraguay, es escenario de una lucha silenciosa pero sostenida por el desarrollo y la dignidad, según destaca un reportaje reciente del medio oficial del Vaticano.
Desde hace años, la organización Manos Unidas trabaja junto a comunidades originarias como la chamacoco, apostando por proyectos agrícolas y sociales. “Aquí falta todo: salud, inversión, presencia del Estado. Pero sobra voluntad y recursos naturales”, afirma la hermana Blanca Ruiz Díaz, misionera salesiana que lidera el proyecto junto a Kamilia Seidlova, religiosa de origen eslovaco.
Paraguay: salesianas y mujeres del Gran Chaco luchan contra el tráfico de cocaínahttps://t.co/6U1xoGj7Wx
— Vatican News (@vaticannews_es) June 6, 2025
Ubicada a orillas del río Paraguay, esta región del Gran Chaco es hoy uno de los corredores fluviales utilizados para el tráfico de cocaína proveniente de Bolivia, en tránsito hacia Europa. El abandono estatal, sumado a la falta de controles aéreos y a la fragilidad institucional, ha convertido a la zona en una ruta crítica para el crimen organizado.
Pese a este contexto, las salesianas y las mujeres locales han decidido apostar por el trabajo y la autonomía. Enseñan a conservar semillas, cultivan productos como mandioca, cebolla y ajíes, y promueven la organización comunitaria para resistir el avance de la economía ilícita. “Si tuviéramos acceso a semillas, no dependeríamos de nadie”, asegura la hermana Blanca.
Los desafíos se agravan con fenómenos climáticos extremos como inundaciones, que aíslan aún más a las comunidades. Pero la cercanía espiritual y el trabajo en conjunto han creado lazos de confianza sólidos. “Ahora hasta los chamanes nos reciben con respeto. Nos ven como aliadas”, relata Blanca. Los pueblos originarios han incorporado incluso el rezo del rosario como forma de protección espiritual, sin abandonar sus propias creencias.
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Lejos de depender de los partidos o favores políticos, el proyecto se sostiene gracias al trabajo de base y al acompañamiento de la Iglesia. Las mujeres son socias activas y el rostro más visible de la transformación. “Gracias a ustedes, nuestra vida cambió”, repiten en guaraní.
En una frontera marcada por la desidia estatal, las semillas de resistencia crecen a la sombra del monte. Allí donde el narco intenta imponerse, las mujeres del Chaco cultivan futuro.
Fuente: Vatican News