En el centro mismo de Villarrica, una familia vive hace 14 años entre paredes que tiemblan, techos agrietados y noches sin descanso. Roberto Carlos Espínola y su padre Saturnino, de 82 años, enfrentan a diario un tormento sonoro que proviene del local de equipamientos instalado justo frente a su casa.
El estruendo comienza sin aviso, a cualquier hora. Cada cliente que llega al local activa una nueva prueba de sonido a todo volumen. “A veces lográs dormir dos o tres horas, y otra vez arranca”, relata Roberto, visiblemente cansado. El que más sufre es su padre, ciego y con secuelas de dos ACV, cuya salud se deteriora día a día.
Las consecuencias no solo son auditivas. Las vibraciones han producido grietas visibles en la estructura de la vivienda, al punto de poner en duda su estabilidad. Varias fotos compartidas por Roberto en redes sociales muestran el deterioro del inmueble, junto con un mensaje claro: “Esto ya no es vida”.
La familia acudió a todas las instancias posibles. Presentaron denuncias ante la comisaría, la Fiscalía y la Municipalidad. Sin embargo, hasta ahora no han logrado una intervención eficaz. Incluso cuando un funcionario municipal se acercó al lugar, se retiró sin actuar porque “no midió los decibeles en el momento”.
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A pesar de los registros en video y las denuncias reiteradas, Roberto afirma que solo recibe promesas y evasivas. “Nadie hace nada”, reclama. La situación ha empujado a varios vecinos a mudarse del barrio, pero él y su padre no tienen a dónde ir.
La madre de Roberto falleció hace nueve años sin haber encontrado paz. “Sus últimos días los vivió entre el dolor y el ruido constante”, recuerda. Desde entonces, el ambiente solo ha empeorado. Las varillas que alguna vez reforzaron el techo ya no resisten las fisuras que crecen con cada vibración.
Fuente: EXTRA
