La fiesta de San Juan es una de las celebraciones más esperadas y extendidas del calendario paraguayo. Se celebra no solo el 24 de junio, sino también días antes y después, bajo los nombres populares de San Juan mboyve y San Juan rire, manteniendo viva una costumbre que trasciende generaciones.
Aunque con el paso del tiempo la fiesta ha cambiado de formato, su espíritu permanece. Así lo afirma el folclorista David Galeano, quien destaca que “en los últimos 30 años se volvió una fiesta muy comercial, pero lo importante es que no se pierdan las tradiciones, que se siga haciendo en barrios y escuelas, como una actividad colectiva”.
Incluso en pandemia, la fiesta no se detuvo. Muchas celebraciones se adaptaron al formato virtual, demostrando que el arraigo cultural supera las barreras del contexto. Hoy en día, los eventos de San Juan no solo se hacen al aire libre: también se realizan en patios techados, salones cerrados y espacios reducidos. Algunos juegos como el yvyrasyi, el tata ári jehasa o el toro candil son menos comunes, pero otros como el kambuchi jejoka, el paila jeherei o “la cárcel” siguen vigentes o se han incorporado con el tiempo.
Las pruebas tradicionales también continúan: desde el encendido de antorchas por el barrio, hasta el popular juego del gallo que predice quién se casará primero. Otros rituales como “las 7 gotas”, el espejo o el cuchillo en la planta de banana todavía son parte de las creencias románticas del festejo.
En cuanto a la gastronomía, los clásicos nunca fallan: mbejú, pajagua mascada, chipa y chicharõ siguen reinando en las mesas. Sin embargo, la modernidad también se coló con pancho, lomito árabe y asadito, productos que hoy conviven con los platos tradicionales.
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Los bailes también se transformaron. Lo que antes era jerokypa guasu con pericón y solito al ritmo de banditas, ahora incluye cachaca, reguetón y otros géneros más actuales. Según Galeano, “se dan algunas alteraciones históricas, pero lo importante es que la fiesta continúa”.
A lo largo y ancho del país, San Juan resiste con una mezcla de memoria y adaptación. No importa el lugar ni el formato: mientras el fuego se encienda y las risas compartidas resuenen, la tradición seguirá viva.
Fuente: ABC Color